Siglo XVII

 

Bitwa pod Wiedniem (2012) Dir. Renzo Martinelli  
(Batalla de Viena) Subtitulada al español por Cine Polaco  
Film histórico en coproducción ítalo-polaca.

La acción de la batalla de Viena tiene lugar en 1683 y muestra las supuestas circunstancias que ocurren en el segundo sitio de Viena bajo la dirección del rey polaco Juan III Sobieski, que frenó a las tropas de ataque turco liderado por Kara Mustafá en la monarquía de los Habsburgo y lo detuvo la expansión de los turcos otomanos en el mundo cristiano. Sin embargo al verdadero héroe de la película, el Dir. R. Martinelli presenta al fraile italiano Marco d'Aviano, como una figura importante en la contribución a la derrota de los turcos.

La película fue filmada en lugares tales como Varsovia (Palacio Real, Wilanów), en los castillos de Łańcut y Krasiczyn y en Cracovia (convento de los Dominicanos).

Criticas. La crítica de una película no siempre se recibe por igual en todo el mundo. Así es la Batalla de Viena, una superproducción de un acontecimiento mundial muy importante, donde el protagonismo histórico tiene solo una cara y el mundo está de acuerdo. Sin embargo los polacos no están de acuerdo en la orientación de la película, sobre todo del protagonismo. Los polacos fuera de su país, recibieron con orgullo y a veces hasta con lágrimas en los ojos la imagen del rey Sobieski y sus húsares alados que en ese momento era un ejército más poderoso del mundo. En Polonia parece que no fue suficiente. Después de su exhibición en los cines de Polonia, Batalla de Viena reunió críticas abrumadoramente negativas de los críticos.

Jacek Szczerba de "Gazeta Wyborcza", describió la película como "una historia religiosa-militar de la clase C", que es estéticamente similar a las películas de propaganda de la era comunista polaco. También se evaluó negativamente débil intento de hacer una película llena de impulso, por ejemplo, en la forma de la filmación de la carga y la multiplicación de las tiendas turcas.

Zdzisław Pietrasik del periódico semanal  "Política", declaró que esta producción no es ni siquiera un programa de éxito, porque hay "demasiados efectos en ella que se parecen a los pobres gráficos de juegos en ordenador."

Editor de la revista “Co Jest Grane” (Lo que está pasando), Paweł T. Felis, se estaba burlando tanto del director de "habilidades de medio capaz amateur, sordo a todo lo que en el cine es a veces llamado «cinematografía»”, como y de toda la película. Lo describió como "una rareza absoluta", "cine falso de mascarada" y "cuento de mal gusto, forrado con la ideología pro católica con un nivel del realismo social de los productores comunes.

El elenco también fue criticado. Marek Sadowski de "Rzeczpospolita", aunque defendió a F. Murray Abraham, quien, en su opinión, "ha creado una imagen expresiva, psicológicamente real de un hombre que sabe cómo convencer a los gobernantes de su misión evangelizadora", pero por otra parte, según Felis, el elenco principal, imitador de Padre Marco "se juega casi hasta la muerte".

Algunos críticos coincidieron en que la participación de los polacos en la batalla de Viena es casi insignificante, que no podían dar posibilidad de mostrarse.

En el 2013 la película ganó el premio La Serpiente en la categoría de el Peor Efecto Especial (para una escena de la desesperación de lobo). La batalla de Viena recibió un total de ocho nominaciones a estos premios.

 

Elenco polaco
       
Jerzy Skolimowski como rey Jan III Sobieski.   Piotr Adamczyk como Leopoldo I Habsburgo.   Alicja Bachleda como la duquesa Eleonora de Lotaringia.   Daniel Olbrychski como Gral. de artillería Marcin Kazimierz Kątski.   Borys Szyc como hetman Mikołaj Sieniawski.
       
Marcin Walewski como Jakub "Fanfan" Sobieski.   Wojciech Mecwaldowski como Jerzy Franciszek Kulczycki.   Krzysztof Kwiatkowski como el duque de Sajonia, Juan Jorge III, Elector de Sajonia   Andrzej Seweryn como Jan Andrzej Morsztyn   F. Murray Abraham, actor estadounidense, como Marco D'Aviano. El crucifijo es una réplica del papa Juan Pablo II

 

Rey Jan III Sobieski, el conquistador de los turcos otomanos

 

La amenaza turca
A finales del siglo XV, Bizancio había perdido gran parte de su importancia estratégica y no representaba ninguna amenaza para las ambiciones del emergente imperio otomano. Constantinopla aun no se había recuperado de la ocupación latina de 1204 por parte de los cruzados.
Pero Constantinopla aun seguía siendo la manzana de oro, la capital del antiguo imperio romano de Oriente. Para el sultán otomano Mehmet II, Constantinopla era la pieza más deseada para convertirle en el dueño del mundo. Sería la capital del oikoumene, el mundo inhabitado, sobre el cual Mehmet y sus descendientes pronto reinarían, hasta el fin del mundo.

El 5 de abril de 1453, el ejército otomano había llegado hasta las defensas exteriores de la ciudad. Su ejército, compuesto mayoritariamente de musulmanes reclutados en todo el imperio otomano, además de serbios, griegos y mercenarios del oeste de Europa, se componía de más de 160.000 soldados.

En el interior de la ciudad reinaba el terror .La población masculina de la ciudad era de unos 30.000 hombres, aunque apenas 5.000 de ellos estaban capacitados para la lucha.

Día tras día, los otomanos bombardeaban los gruesos muros de Constantinopla con enormes proyectiles de piedra. Las noches las ocupaban los habitantes en volver a erigir las torres y murallas derribadas por la artillería otomana. Pero era inútil.

3 horas antes del amanecer del día 29 de mayo, Mehmet dio la orden para el asalto final. Los combatientes de la ciudad lograron rechazar las dos primeras oleadas de asaltantes. Pero el ataque de los jenízaros, las tropas de choque del sultán otomano, terminaron con la resistencia organizada.
Mehmet II dirigiendo el ejército otomano a Constantinopla para comenzar el asedio. Se muestra la imagen del transporte de los cañones. Durante tres días, las tropas de Mehmet saquearon Constantinopla, masacrando a sus habitantes. Nadie estaba a salvo del terror otomano. Soldados, civiles, mujeres, niños, ancianos fueron decapitados y destripados, y sus cuerpos arrojados al mar.

Para la cristiandad, la caída de Constantinopla fue una autentica calamidad. No era solo una gran ciudad cristiana, el último bastión del imperio de Constantino en el este la que había caído. También era el ultimo enlace de Europa con la antigua Grecia. Todo su esplendoroso pasado había desaparecido a manos de una horda de salvajes venidos de las profundidades de Asia.

Arrastre de buques al Cuerno de Oro. Cuadro de Fausto Zonaro, (1854-1929)

La Caída de Constantinopla provoco que se cerrara la ruta comercial con la India, por lo que los portugueses y los españoles buscaron rutas alternas para llegar a la India, lo cual, como ya saben, condujo al descubrimiento de América y a la nueva era. A la vez, la llegada de sabios griegos a Italia que huían de los turcos y la subsecuente adquisición de sus conocimientos, desencadeno el Renacimiento. No por nada es considerado el evento que acabo con la Edad Media.

Mehmet se había convertido en el soberano de todo el Asia musulmana, a excepción de la amenazadora presencia del imperio persa timuride al este. Toda la cristiandad esperaba con temor a ver cuál sería el próximo movimiento de Mehmet. ¿Permanecería en Constantinopla consolidando su conquista? Teniendo en cuenta que el mismo Mehmet había prometido que algún día la mismísima Roma pertenecería al islam, parecía claro que la cristiandad debía prepararse para el combate.

El 30 de septiembre de 1453, el papa Nicolás V publico una bula dirigida a todos los reinos cristianos del oeste, conminándolos a verter su sangre y la de sus allegados en una nueva cruzada contra el anticristo que entonces se sentaba en Constantinopla.

Alegando que estaban ocupados en asuntos domésticos, los reyes Carlos VII de Francia, Enrique VI de Inglaterra, el rey Alfonso V de Aragón y el emperador germano Federico III declinaron la “invitación”.

Años después, en 1459, el sucesor de Nicolás V, el papa Pio II, proclamo una nueva cruzada para reconquistar Constantinopla. Esta vez, tampoco nadie respondió a su llamado.

Viendo que poco apoyo iba a recibir de las casa reales europeas, el papa propuso a Mehmet no solo reconocerle como soberano del imperio romano de oriente, sino incluso ayudarle a conquistar el oeste. Todo lo que tenía que hacer Mehmet era convertirse al cristianismo.

Sultán Mehmet II en la entrada de Constantinopla, pintura de Fausto Zonaro (1854-1929).

Constantino XI, el último emperador bizantino. Afortunadamente para Europa, Mehmet no acepto .Se dedico consolidar sus conquistas, incursionando en los Balcanes y protegiendo la frontera este de su imperio de los molestos timurides.

En 1480, la flota turca había saqueado y ocupado Otranto, en la costa italiana. Y en toda la costa mediterránea occidental comenzaron a levantarse torres y fortificaciones de todo tipo, para tratar de mantener a raya a los turcos, que estaban siendo ayudados por piratas bereberes.

El miedo al terror otomano no se limitaba a los reinos cristianos del sur de Europa. En 1527, buques otomanos llegaron hasta Islandia, capturando 400 prisioneros que pronto estaban siendo vendidos como esclavos en los mercados de Argelia.

A cada victoria otomana le seguía, invariablemente, la llamada a una nueva cruzada, con el objetivo de expulsar a los turcos fuera de Europa. Pero hasta entonces, los reinos cristianos preferían la diplomacia a las armas.

Y mientras tanto, el imperio otomano seguía creciendo. A finales de 1461, todo lo que quedaba del imperio bizantino había caído en manos turcas; el ducado de Atenas, Trebizonda, Morea, etc.

Serbia había capitulado en 1459 y Bosnia cuatro años después. Albania se rindió en 1468, y Valaquia, el estado transilvano que había mantenido una precaria independencia bajo el mando del príncipe Vlad Tepes (conocido como Vlad el empalador por sus métodos para tratar sus oponentes) cayó en 1462, seguido por su vecino principado de Moldavia en 1504.

En 1521, un ejército otomano tomo la ciudad de Belgrado (entonces perteneciente a Hungría), tras fracasar en dos ocasiones anteriores (1440 y 1456). Y en agosto de 1526, el sultán Suleiman I derrota al ejército del rey Luis II de Hungría en las marismas de Mohacs.

Para los turcos, fue una gran victoria. Pero en realidad fue una pírrica victoria, ya que tras la muerte de Luis II llego al trono de Hungría el archiduque de Viena, Fernando II, que era hermano del emperador del sacro imperio romano germánico, Carlos V.

Que al mismo tiempo era Carlos I, soberano de España, parte de América de sur, la mayoría de Italia, los países bajos y una buena porción de centro Europa.

Un mal enemigo para los otomanos, Ahora había dos poderes  compitiendo por la supremacía universal. Un emperador cristiano en el oeste contra un sultán musulmán en el este.

Suleiman I, llamado el magnífico en Europa, se veía a sí mismo como el heredero de Alejandro Magno. Estaba convencido de que derrotaría a Carlos V y a continuación marcharía hacia el oeste a la conquista de Roma.

En 1529, el sultán Suleiman " el magnífico "puso de nuevo sus ojos en Viena y comenzó a preparar su ejército. Pero la naturaleza centralizada del imperio otomano requería que la totalidad el ejercito debía concentrarse en Estambul (antigua Constantinopla).Y esto llevo meses a Suleiman.

Cuando el ejército turco se puso en marcha le llevo más de 4 meses llegar a Viena. Las tropas estaban cansadas y desmoralizadas y tenían muchas dificultades para recibir la enorme cantidad de suministros que necesitaban.

El rey polaco, Władysław III Varna (Warnenczyk). Murió en 1444 en la batalla de Varna, de las manos turcas. Ya entonces se sabía del peligro que se venía por parte de los turcos otomanos.
Después de solo 3 semanas de asedio a Viena, Suleiman abandonó el asedio y se retiro a Estambul. Este movimiento de los turcos preocupo enormemente en la cristiandad. Las tropas otomanas habían llegado al corazón de la cristiandad, cruzando con cierta facilidad las montañas de los Balcanes y ríos tan poderosos como el Danubio. Si el siguiente objetivo turco era Roma, tendrían menos dificultades orográficas y llegarían más fácilmente.
Lepanto. Las galeazas fueron las naves con mayor potencia de fuego artillero. Alarmado por esta posibilidad, el papa Pablo III encargo al arquitecto Antonio de Sangallo la construcción de un muro defensivo alrededor de Roma, con más de una docena de poderosos bastiones incrustados en el. Pero la falta de fondos obligo a abandonar el proyecto.

En 1551, el puerto de Trípoli, bajo el control de los caballeros hospitalarios, fue asaltado por una fuerza conjunta de la flota imperial otomana y los piratas de Turgud Reis. El mismo año, otro almirante turco, Pirí Reis, saqueo el asentamiento portugués de Ormuz, en el golfo pérsico.

En 1565, los turcos fracasaron en el intento tomar Malta, pero en los años siguientes tomaron las islas de Chios y Naxos. En agosto de 1571 tomaron Chipre a los venecianos que la ocupaban, causando otra masacre, que incluyo quemar vivo al comandante veneciano, Marco Antonio Brigadino. Seis años más tarde, la isla de Samos también paso a manso otomanas.

Un mes después de la capitulación de Chipre, el occidente cristiano consiguió una de las victorias más grandes sobre los otomanos, cerca de Nafpaktos, también llamado el golfo de Lepanto.

En mayo de 1571, España, Venecia y el papado, firmaron una alianza en respuesta al ataque otomano a Chipre, y para prevenir cualquier otra incursión otomana en el mediterráneo. Una flota combinada bajo el mando de don Juan de Austria, hijo ilegitimo de Carlos V y hermano a medias de Felipe II. Se intento que otras naciones se unieran contra la amenaza turca. Algunos simplemente no participaron, como Portugal o Austria. Otros incluso se pusieron de parte de los turcos, como Francia.

Una flota combinada compuesta de más de 300 navíos, la más grande flota occidental  que se había aventurado jamás en el mediterráneo, se dispuso al combate. Al frente de la flota marchaban 6 galeazas, un navío que los turcos nunca habían visto antes. Cada uno de estos navíos llevaba cerca de 50 cañones, aunque eran más lentas que las galeras tradicionales de la época.

La mañana del 7 de octubre, Don Juan de Austria sorprendio a la flota turca en el golfo de patras, 10 kilómetros al oeste de Lepanto. Durante 4 horas, el fuego de las galeazas destruyen la tercera parte de laos navíos otomanos, antes de que comenzara la batalla en Lepanto.

El buque insignia de la flota cristiana, el Real de don Juan de Austria, abordo al buque insignia del almirante otomano Ali Pasha, la galera Sultana. Un disparo en la cabeza termina con el almirante turco, que es decapitado y su cabeza exhibida en una pica colocada en el alcázar de proa de la Real.

Fresco de la batalla en el museo del Vaticano.
En pleno batalla de Lepanto. Cuando el resto de la flota otomana se dio cuenta que su almirante estaba muerto y su buque insignia había caído en manos cristinas, huyen, dejando más de 150 naves en manos cristianas. Además de 12.000 cautivos cristianos liberados. Los otomanos tuvieron más de 30.000 muertos, contra los 7.000 de las tropas cristianas.

La noticia de la victoria se expandió rápidamente por toda Europa. La flota cristiana había derrotado al enemigo llegado de oriente, una vez más, y salvado todos sus valores tradicionales de la amenaza del yugo del poder otomano.

Pero la España de Felipe II era solo un poquito menos despótica que el imperio otomano. Y los hombres que propulsaban las naves de ambas flotas eran esclavos. No había ninguna diferencia en ese aspecto.

Para el punto de vista turco, la derrota no tuvo demasiadas consecuencias. En menos de 1 año ya habían construido otra flota similar a la de Lepanto. Y a pesar de la derrota, la flota turca seguía dominado el este del mediterráneo y seguía dominado la mayoría de Hungría.

Tras la muerte del sultán Selim II en 1574, transcurrió un tiempo de calma entre cristianos y otomanos. La cristiandad no tenia potencial militar suficiente para expulsar a los turcos de Europa, y los turcos estaban más preocupados por su enemigo del este, los persas.

El atávico conflicto entre chiitas y sunitas volvía a reproducirse, esta vez entre el imperio otomano, sunita, y el imperio persa safavide, chiita.

Uno de los más grandes gobernantes safavides, Shah Abbas, Abbas el Grande, buscó siempre la colaboración del oeste cristiano contra el enemigo común otomano. Con la ayuda de dos aventureros británicos, los hermanos Anthony y Robert Shirley, creo un formidable y altamente occidentalizado ejercito, con la introducción masiva de mosquetes y artillería. Con ese nuevo ejército, los persas derrotaron continuamente a los otomanos, recuperando Bagdad y Basora, entre otras importantes ciudades.

Pero Abbas el Grande murió en 1629, y su reino cayó en manos de gobernantes débiles que precipitaron su declive y caída, y facilitaron las cosas a los otomanos, que ya no tenían necesidad de mantener grandes contingentes de tropas en la zona.

Con su flanco este asegurado, los otomanos pusieron de nuevo sus ojos sobre occidente.

 
Gran visir, Kara Mustafá Pasha. En 1645, la flota otomana ataco Creta y Dalmacia. En 1665, una flota de la alianza Venecia-Malta ataco a la flota otomana en los Dardanelos. Tras una batalla de seis horas, los turcos se retiraron.

Cuatro años más tarde, Creta, que había pertenecido a Venecia durante 450 años, se rindió a las tropas de Mehmet IV.

El 26 de agosto de 1682, Mehmet IV se decidió a seguir los consejos de su gran visir, Mustafá Pasha, para comenzar una masiva campaña para terminar con el dominio de la dinastía Habsburgo en Europa.

El sultán había firmado un tratado de no agresión con el emperador Leopoldo I en 1664, que no debería terminar hasta 1684. Pero en ese tiempo, los tratados estaban para romperlos. Además, el sultán contaría para su campaña con el apoyo de los rebeldes magiares bajo el mando de Imre Thokoly, a quien el sultán reconoció como el legítimo rey de Hungría.

Los franceses, que siempre prefirieron a los turcos antes que a los Habsburgo, prometieron que no iban a intervenir, aunque el rey francés Luis XIV ayudaba secretamente a Thokoly en su conflicto con los Habsburgo. El otro poder cristiano en el este, el ducado de Moscovia, prefirió mantenerse al margen.

Los Habsburgo, la Casa de Austria, estaban solos.

En octubre de 1682, la bandera del sultán Mehmet fue izada en el Gran Serraglio de Estambul, anunciando así la intención del sultán de salir de la ciudad con su ejército.

A principios de diciembre, ya había llegado a Andrinópolis. Allí permaneció acampado durante cuatro meses, mientras esperaba la llegada de más refuerzos procedentes de todas las partes de su imperio.

El 30 de marzo, con la totalidad de su ejército, se dirigió hacia Belgrado. Pero la marcha fue muy dificultosa. Incesantes lluvias convertían los caminos en puro barro, donde constantemente se hundían los carros de provisiones y los inmensos rebaños de todo tipo de ganado que acompañaban al ejercito otomano.

Viena, antes de 1683.
Leopoldo I, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. El 3 de mayo, el ejército finalmente alcanzó Belgrado y acampo al noreste de Zernun, en la ribera del Danubio. Allí siguieron recibiendo nuevos refuerzos desde Albania, Epiro, Tesalia, Egipto, húngaros bajo mando del supuesto “rey” Thokoly y un millar de tártaros, que fueron utilizados en labores de reconocimiento.

El 26 de mayo, el ejercito otomano entro en territorio enemigo, dirigiéndose hacia la ciudad de Gyor. El emperador Leopoldo ya no tenía ninguna duda de cuál era el objetivo principal de la ofensiva otomana, y el 7 de julio, acompañado de su corte y todo el tesoro que pudo llevar, abandonó Viena y se retiro hacia Passau.

Y el 14 de julio, 100.000 soldados del ejército otomano se presentaron ante las murallas de Viena. Un enviado otomano se presentó a las puertas de la ciudad y convino a la rendición inmediata, “los cristianos debían aceptar el islam y vivir en paz bajo el sultán otomano”.

El conde Ernst Rudiger Von Starhemberg, al mando de la guarnición vienesa, de unos 15.000 soldados, se negó en redondo. Pocas horas después, comenzó el bombardeo otomano sobre la ciudad. En dos días, la ciudad había sido completamente rodeada.

A poco más de doscientos metros de la muralla se instalo un enorme campamento otomano, donde el gran visir otomano, Kara Mustafá Pasha, instalo una enorme tienda de campaña, donde en compañía de un avestruz y varios periquitos debatían amigablemente con sus oficiales, absolutamente seguro de su victoria. Solo salía de la tienda una vez al día, para inspeccionar las trincheras otomanas.

Tras dos meses de asedio, la situación comenzó a convertirse en desesperada dentro de los muros de la ciudad. El agua comenzó a escasear, la basura se acumulaba en las calles y las típicas enfermedades de las ciudades asediadas comenzaron a extenderse. Cólera, tifus, disentería, escorbuto, etc.

Los turcos poseían poca artillería y apenas hacían mella en las poderosas defensas de Viena. Asi que intentaron otra táctica. Comenzaron a hacer túneles que llegaban hasta las murallas, con la intención de rellenarlos más tarde con explosivos y así tratar de derruir o al menos debilitar las defensas. Pero los defensores le dieron perfecta cuenta de las intenciones otomanas y comenzaron a construir sus propias contraminas, consiguiendo que varias de ellas explotaran en las líneas de trincheras otomanas. Y de vez en cuando, las minas de ambos contendientes se encontraban, lo que daba lugar a salvajes escaramuzas a base de cuchillos y pistolas.

Las tropas vienesas intentaron varias salidas para desalojar a los otomanos, pero a primeros de septiembre, a Von Starhemberg solo le quedaban 4.000 soldados útiles, y varias partes de la muralla habían cedido. Se esperaba el ataque final otomano.

Defensa del Bastión del Castillo.
Asalto al Bastión del León. La mañana del 4 de septiembre, una mina otomana exploto en el Bastión del Castillo, causando una brecha de 10 metros de ancho en la muralla. Las tropas otomanas se lanzaron al asalto.

Los defensores, que habían sido cogidos por sorpresa, reaccionaron con rapidez. El capitán Heistermann formo un grupo de mosqueteros y comenzó a lanzar descarga tras descarga sobre los turcos que se acercaban a la muralla, mientras otros defensores trataban desesperadamente de tapar la brecha con sacos terreros, planchas de madera y caballos de frisia fabricados rápidamente. El combate duro dos horas, con numerosas bajas por ambos bandos, y al final, los turcos se retiraron.

El siguiente ataque general  comenzó el 8 de septiembre. Dos minas explotaron en la muralla del bastión del León. Parte del muro se derrumbo. Pero esta vez, los defensores estaban preparados. Habían construido una línea de barricadas por dentro de la muralla.

Los turcos se lanzaron al salto y sobrepasaron la muralla, encontrándose de frente con el fuego graneado de los defensores, que causaron una tremenda matanza entre los atacantes, que se vieron obligados a replegarse de nuevo.

Rey de Polonia, Jan II Sobieski. Aunque los defensores repararon parcialmente las defensas, la táctica otomana parecía clara.

Habiendo dañado gravemente los bastiones del León y del Castillo, podrían avanzar sus trincheras hasta prácticamente el foso, y desde allí podrían debilitar mucho más fácilmente ambos bastiones.

Las tropas vienesas comenzaron a fortificar las casas situadas en el interior de la muralla, detrás de los bastiones amenazados, para desde allí proporcionar fuego de cobertura.

Pero los defensores sabían que el próximo ataque otomano probablemente sería el último. Los turcos comenzaron a acercar su artillería a la muralla el día 9.

Lo que no sabían otomanos ni vieneses es que un ejército de 50.000 soldados bajo el mando del rey Jan Sobieski III de Polonia y Carlos  VI de Lorena se movía sigilosamente hacia Viena.

Carlos VI de Lorena.
Vista desde Kahlenberg.
Tropas de Sajonia, Franconia, Bavaria, Bohemia y Waldeck habían cruzado el Danubio en Tuln, y marchaban a través del Wienerwald, un macizo montañoso cubierto de bosques, acercándose a Viena por el oeste. Los otomanos, pensando que ningún gran ejército podía atravesar el Wienerwald, no habían colocado ninguna defensa allí. Un gran error que pagarían muy caro.
Debido a las difíciles condiciones del terreno, el avance del ejército cristiano en dirección a Viena fue lento. Pero el 7 de septiembre, una avanzada de caballería al mando del coronel Heisler alcanzo las colinas de Kahlenberg, en las cercanías de Viena, y elimino el puesto de observación turco allí situado. A continuación, encendieron un gran fuego, para avisar a los defensores de Viena que los refuerzos estaban en camino.

El 9 de septiembre, los ejércitos cristianos llegaron al centro del bosque de Wienerwald y se celebro una reunión para decidir el orden de batalla.

Los polacos, al mando de Jan Sobieski, ocuparían el flanco derecho, el centro estaría ocupado por los bávaros y germanos de Waldeck y el a la izquierda austriacos y sajones bajo el mando de Carlos VI de Lorena.

Al amanecer del 10 de septiembre, comenzó la marcha hacia Viena. Carlos de Lorena, en la izquierda, envió a su caballería bordeando el bosque por el este, paralelo al Danubio, hacia las colinas de Kahlemberg.

La marcha fue muy lenta. Las tropas que tenían que atravesar el bosque encontraron los caminos totalmente embarrados y en muy mal estado. La artillería comenzó a retrasarse con relación a las demás tropas.

A media tarde, las tropas cristianas ya habían salido del bosque y comenzado a subir las colinas. Allí construyeron defensas y las protegieron con caballos de Frisia. Pero la artillería no llego hasta la noche, y las piezas más poderosas, los cañones de 12 libras, estaban aun en el bosque.

Desde lo alto de las colinas, la vista no era demasiado favorable para las tropas cristianas, sobre todo para la caballería. Todo el valle entre las colinas y el campamento otomano, donde habían esperado una llanura limpia y sin obstáculos, se encontraron con multitud de barrancos, arroyos, muros de piedra, pequeños bosques y gran numero de pequeñas colinas.

En el lado turco tampoco tenían las cosas claras. Nunca habían tenido que enfrentarse con un ejército de refuerzo mientras asediaban una ciudad. Kara Mustafá rechazó el consejo de varios de sus generales para abandonar el asedio y enfrentar todo su ejército al ejército cristiano.

Dividió sus fuerzas. Decidió mantener el asedio sobre Viena y mandó a 6.000 soldados de su infantería y 20.000 de caballería, acompañados de 60 cañones, a enfrentar al ejército cristiano.

5.000 otomanos a caballo fueron colocados a la derecha, justo enfrente de las colinas de Kahlemberg. El resto de la caballería otomana, la infantería y artillería se coloco frente al ala derecha y el centro de los cristianos.

Kara Mustafá permanecería en su campamento, protegido en todo momento por su guardia de jenízaros y la caballería albanesa.

Ataque de los húsares. A Mustafá le llegaron informes de que el principal ataque cristiano vendría desde las colinas de Kahlemberg, asi que, a última hora, decidió reforzar su flanco derecho con caballeria, sacándola de su sector central, debilitando dicho sector claramente.

Mientras tanto, el ejército cristiano recibía buenas noticias; la totalidad de la artillería ya había llegado, e inmediatamente se comenzó a construir un reducto artillero en la ladera de la colina de Leopoldsberg, la más alta de las colinas Kahlemberg.

Los otomanos cada vez estaban más convencidos de que el principal ataque cristiano sería justo allí y a las 05:00 de la mañana del 12 de septiembre decidieron lanzar un ataque para evitar o al menos interrumpir la construcción del reducto artillero.

Pánico en el campamento turco.
Con toda furia cayeron los húsares alados al campamento turco. Pero los observadores captaron el movimiento y enviaron infantería a la zona, que tras una breve y sangrienta lucha obligaron a los otomanos a retirarse.

La batalla de Kahlemberg había comenzado.

Los generales y príncipes cristianos asistieron a una misa en las humeantes ruinas del convento de los Camaldolitas, recientemente quemado por los turcos. Terminada la misa, se pusieron a la cabeza de sus respectivos contingentes y el ejército en pleno comenzó a descender lentamente por las laderas de las colinas.

La batalla que siguió consistió en una serie de confusos combates entre pequeños grupos de tropas de ambos lados. Las condiciones del terreno, repletos de barrancos y muros hacia casi imposible mantener una línea de frente coherente para ambos ejércitos, cuyos generales trataban, casi siempre sin éxito, de reorganizar las tropas y moverlas en una u otra dirección.

El mando de las tropas paso a depender de los jefes de batallón o de compañía. A las 8.00 de la mañana, se había completado el reducto de la artillería cristiana, que empezó a disparar de inmediato. El primer ataque serio provino, como se esperaba, de las colinas de Kahlemberg.

Sajones y austriacos, bajo el mando de Carlos de Lorena y con el apoyo de la artillería, expulsaron a los turcos de sus posiciones de primera línea. A este primer ataque le siguió el resto de las tropas cristianas.

A las 12 del mediodía, la batalla se encontraba en su apogeo. Los cristianos no habían logrado expulsar totalmente a los turcos de sus posiciones, y los turcos lanzaban contraataque tras contraataque sin éxito, sin lograr hacer retroceder a los cristianos.

Batalla de Viena, Józef Brandt (1841-1915).
La husaria polaca era el ejército mejor del mundo en aquel momento. Por culpa del dificultoso terreno, los polacos, con los famosos húsares alados, habían llegado a sus posiciones de partida más tarde que los demás contingentes cristianos.

Pero a la una de la tarde, ya estaban preparados. Y lanzaron su ataque sobre el grueso de las tropas otomanas. Los turcos se defendieron como pudieron, pero la combinación de piqueros, mosqueteros y húsares alados polacos comenzó a hacer retroceder a los otomanos.

Kara Mustafá vio el peligro de la ruptura de su flanco izquierdo, y envió rápidamente a sus tropas de choque, los jenízaros.

Dos regimientos de dragones alemanes y uno de coraceros acudieron en ayuda de los polacos, y la línea otomana comenzó a ceder.

En el otro flanco, el izquierdo del ataque cristiano, Carlos de Lorena ataco directamente el campamento otomano, el punto más fuerte de la línea de defensa turca. Al mismo tiempo, bávaros y francos atacaban el centro.

Sobieski, al mando de las tropas polacas, tomó la decisión de atacar antes de que anocheciera. Pensando que la derrota turca estaba próxima, decidió cargar con los húsares alados. Mando parar a su infantería, y se puso a la cabeza de su caballería.

Allí acabo la batalla. La carga de los húsares alados polacos derribo completamente el flanco izquierdo otomano. Y como un castillo de naipes, poco después cayó el centro y el ala derecha.

La línea del frente otomano se desintegro, y los turcos que consiguieron sobrevivir y no ser capturados huyeron desordenadamente hacia Belgrado, encabezados por Kara Mustafa, que aun había tenido tiempo de coger gran parte del inmenso tesoro que había atesorado gracias al saqueo de ciudades e iglesias.

El asedio de Viena había terminado. Ahora empezaba la reconquista del terreno perdido.

Animación Batalla de Viena

Rey Jan III Sobieski, envía un mensaje de la victoria al Papa, después de la Batalla de Viena. Jan Matejko (1838-1893). “Llegamos, observamos y gracias a Dios, triunfamos“. Estas fueron las palabras que Jan Sobieski escribió al papa Inocencio XI, recordando la famosa frase de Julio Cesar tras la conquista del Ponto, 17 siglos atrás.

La oportunidad que se abría ante los cristianos de terminar con la amenaza otomana era, por primera vez desde hace muchos siglos, muy real.

Durante centurias, los reinos cristianos se habían limitado a tratar de contener a los turcos, reconquistando pequeñas áreas que tenían básicamente un significado religioso, como Palestina. Pero tras la victoria en Viena, comenzaba a ser posible no limitarse a detener la amenaza turco, sino eliminarla por completo. Pero las disensiones entre los diferentes reinos cristianos comenzaron casi inmediatamente a la liberación de Viena. Mientras unos eran partidarios de dirigir el ejército cristiano a la reconquista de Hungría, como Carlos de Lorena y Sobieski, otros eran partidarios de volver a casa, como las diferentes tropas alemanas.

El mismo 15 de septiembre, Juan Jorge III de Sajonia y sus tropas abandonaron Viena.  También lo hicieron las tropas de Waldeck, habían recibido noticias que las tropas del rey francés Luis XIV se dirigían al Rhin y amenazaban sus territorios.

Otras noticias llegadas desde las ciudades de Györ y Komarom indicaban que el ejército otomano se retiraba en desbandada. Era una oportunidad demasiado buena para desaprovecharla y el 17 de septiembre, las tropas de Sobieski y Carlos de Lorena comenzaron la marcha por la orilla derecha del Danubio.

Toda la zona había sido saqueada a conciencia por los otomanos y Sobieski y Carlos de Lorena sabían que su primera tarea seria encontrar provisiones. Necesitaban encontrar una zona donde los turcos no hubieran estado. Decidieron dirigirse a Pressburg, en la carretera a Parkany, donde se estaban reuniendo los otomanos.

La desintegración del ejército turco continuaba, con enfrentamientos entre los que querían intentar detener al ejército cristiano y los que optaban por continuar huyendo hacia Belgrado. Kara Mustafá intento parar estas luchas interinas, decapitando a varios de los comandantes rebeldes. Trataba de reorganizar sus tropas y dirigirse a la ciudad de Buda. Pero Sobieski llego antes.

Entrada triunfal de rey Jan III Sobieski a Viena.
Batalla de Parkany.

El 6 de octubre, Sobieski y su caballería llegaron a las afueras de Parkany y sin esperar a la infantería y la artillería, se lanzaron sobre los turcos.

Los turcos habían aprendido la lección de  Viena y aprovechando lo escabroso del terreno se defendieron con eficacia. El propio Sobieski y sus oficiales estuvieron a punto de caer en manos turcas, y se vieron obligados a retirarse desordenadamente una decena de kilómetros, hasta donde se encontraba la infantería y la artillería. Los polacos perdieron más de 1.000 hombres.

Al día siguiente, llegó la infantería cristiana, al mando de Von Starhemberg. Esta vez, los números favorecían a la coalición cristiana, que contaba con alrededor de 17.000 del ejército imperial y 10.000 polacos, contra unos 9.000 otomanos, al mando de Kara Mehmet Pasá.

Cuando Kara Mustafá recibió la petición de refuerzos por parte de Kara Mehmet, vio una oportunidad para remediar los errores que había cometido en Viena. Envió a Parkany a la mayoría de su reserva, 8.000 jinetes de su caballería de elite, además de los tártaros y los húngaros rebeldes de Imre Thokoly.

Los refuerzos turcos llegaron la noche del día 8 y a la mañana siguiente el ejército de Kara Mehmet Pasha se dispuso a la batalla. El ala izquierda turca se coloco justo por delante de la ciudad de Parkany, mientras el ala derecha, ocupado por los húngaros rebeldes, se instalaba sobre un bosque al lado del rio Hron. Aparte de 1200 jenízaros situados en las afueras de Parkany, el resto de tropas turcas eran caballería. La única ruta de escape que tenían era un puente de pontones sobre el Danubio.

Las tropas cristianas se colocaron con la infantería de Von Starhemberg en el centro (7.500 infantes) y la caballería imperial dividida en ambos flancos (4.500) jinetes en cada flanco.

Los polacos se colocaron todos en el flanco izquierdo, apoyados en la orilla sur del rio Hron.

Creyendo que la mejor defensa es el ataque, y sin tener en cuenta su inferioridad numérica, los otomanos salieron de sus posiciones y se lanzaron al ataque.

Batalla de Parkny, Juliusz Kossak.
Como los turcos habían derrotado a los polacos un par de días antes, hacia ellos dirigieron su caballería de elite. La infantería polaca, protegida por caballos de frisia y artillería, pronto repelió la carga, con la ayuda de húsares y coraceros imperiales.

A continuación, el centro turco, osciló hacia la derecha, y se dirigió también hacia los polacos, dejando expuesto su flanco izquierdo. Ese fue el principio del fin para los otomanos. Carlos de Lorena se dio cuenta de la situación y la caballería austro-polaca cargó sobre el flanco desguarnecido.

La carnicería fue tremenda, solo los jenízaros que defendían Parkany opusieron algo de resistencia. El resto huyo a la desbandada, mientras la caballería cristiana les empujaba hacia la ribera del rio Hron, donde se ahogaron  cientos. Parte de los otomanos intentaron huir por el puente de pontones, mientras era bombardeada por la artillería cristiana a corta distancia. El puente termino por hundirse debido al peso, lanzando cientos de otomanos a las aguas del Danubio. Muchos murieron ahogados, otros murieron por los disparos a quemarropa de los mosqueteros situados en la orilla. Se estima que murieron más de 9.000 otomanos y fueron apresados otros 2.000.Solo 1.000 otomanos lograron llegar a la otra orilla antes de que se hundiera el puente.

Rápidamente, el ejército cristiano aprovecho la situación y se dirigió rio abajo hacia Esztergom, otra plaza fuerte otomana.

El 22 de octubre comenzaba el asedio, pero la guarnición otomana se rindió rápidamente. Kara Mustafá había abandonado Buda y se dirigía a Belgrado, para tratar de explicar al sultán Mehmet IV lo que había sucedido.

Pero el sultán no quería oír sus explicaciones, y encargo al comandante de los jenízaros que le estrangulara con un cordel de seda, pena que se aplicaba a personajes de alto rango en la corte turca.

Era el 25 de diciembre de 1683, el día de Navidad.

El periodo de amistad austro-polaca fue corto, ya que poco después de la liberación de Viena los austríacos ningunearon el papel de Sobieski en la batalla, y en menos de 100 años acabaron repartiéndose Polonia entre Austria, Rusia y Prusia.

 

Jan III Sobieski
Juan III Sobieski (del polaco original Jan III Sobieski) (Olesko, 17 de agosto de 1629 - Wilanów, 17 de junio de 1696) fue uno de los más importantes reyes de la llamada Mancomunidad polaco-lituana. Rey de Polonia y Gran Duque de Lituania desde 1674hasta su muerte.
Con la gracia de Dios, el rey de Polonia, Gran Duque de Lituania, Rusia, Prusia, Mazovia, Samogitian, Livonia, Smolensk, Siverskyi y Chernihiv. Juan Sobieski vino al mundo en medio de un día de tormenta el 17 de agosto de 1629 en el castillo familiar de Olesko, hijo de la matrona Teófila Janina y su esposo Jacobo Sobieski. Teófila era una mujer de mucho carácter y patriota ardiente. Al parecer el matrimonio tenía dos hijos, Marcos (Marek) y Juan Sobieski. Ya a temprana edad, Juan y su hermano mayor Marcos obtuvieron pequeñas versiones del curvo sable que portan los guerreros polacos. Su padre los entrenó en las lides de la lucha, y la madre de los muchachos tras llevarlos a misa les acompañaba a que oraran en las tumbas de sus ancestros guerreros en Żolkiew. A los 11 años, Juan y su hermano se fueron a cursar estudios a Cracovia. Juan se destacó como buen alumno, mientras que Marcos era apenas promedio. Tras completar los estudios, en 1646 su padre los envió en una gira europea para adquirir conocimientos más mundanos. Trabaron amistad con la familia Estuardo que estaba exiliada en Francia.

En 1648 los cosacos se rebelaron, obligando a los hermanos Juan y Marcos a regresar a casa arriesgándose al cruzar las líneas cosacas. El padre de ambos, Jacobo, había muerto en los enfrentamientos y la madre instó a sus retoños a que cumplieran con su deber de defender la patria, advirtiéndoles que no tuvieran miedo en combate. Ambos lucharon y regresaron cubiertos de gloria. En 1651 Juan y Marcos volverían al campo de batalla contra cosacos y tártaros, y Juan resultó herido en la Batalla de Beresteczko. Para su convalecencia, Juan fue llevado a Leópolis, donde se enamoró de una bella lituana que le sirvió de enfermera. A pesar de que la lituana ya estaba prometida al noble lituano Michael Pac, quien retó a duelo a Juan. Michael al fin se quedó con la dama, pero siempre guardó malos recuerdos del futuro rey de Polonia.

En 1652 Juan no pudo tomar parte en la derrota de Batoh contra los cosacos porque aún estaba convaleciente de sus heridas del duelo, donde Marcos Sobieski fue asesinado y decapitado. Cuando la madre de Juan se enteró de que Juan no sólo no había estado en la batalla, sino que la cabeza de su otro hijo se había extraviado en manos de los cosacos, su tristeza e ira contra Juan fue tan grande que según relatos tardó años en volverle a hablar.

En 1665, Juan por fin se casó por amor, ayudado por la orden de la reina de Polonia de lavar el buen nombre de su dama de honor. La monarca polaca había encontrado a Juan Sobieski y a la francesa María Casimira de la Grange d´Arquien, quien había nacido en Nevers en 1641 en tremendo arrumaco. Mª Casimira al llegar al altar para darle el sí a Juan ya llegaba viuda de su primer marido, un noble polaco posiblemente algo rudo, llamado Zamoyski. Antes de llegar al trono con Juan, Mª Casimira había estado casada siete años con su anterior marido, con el que llegó a tener tres hijos que murieron siendo bebés. Escribiéndose cartas secretas con Jan mientras parecía hundirse su matrimonio y sus hijos morían prematuramente.

En abril de 1665 fue nombrado Hetman (general al mando) de las fuerzas armadas polacas. Jefe del ejército polaco-lituano. Juan tenía 36 años y María Casimira apenas 24, aparentemente destinados a ser felices. Juan aún conservaba excelente figura, una dentadura pareja, ojos azules sonrientes y erudición. Ella era bella, voluntariosa y muy letrada.

En 1673 un maltrecho ejército polaco de unos 30.000 caballeros se arrodillaron en la nieve para rezarle a la Virgen de Częstochowa en su lucha contra un ejército turco de más de 70.000 hombres; la batalla de Chocim fue una victoria polaca y a su regreso de la batalla, Juan visitó a su esposa, siendo recibido en Polonia como todo un héroe, ya que había traído 60 banderas turcas y un buen botín.

La familia del Rey.
El 21 de mayo de 1674 Juan, contando con el apoyo de Francia con la que se alió desde entonces, fue elegido por la Dieta de Varsovia para ser coronado como rey de Polonia obedeciendo a un único código de caballería que permitía que cualquier noble caballero fuera ungido rey por sus méritos, no por derecho dinástico y aun con el hecho de que en la Dieta bastaba un solo voto en contra para impedir una resolución (liberum veto). Juan III de Polonia aún cosecharía más glorias. Recuperó gran parte de Ucrania (1676), y sobre todo en 1683 cuando a lomos de su adorado corcel Salvador y con 400.000 hombres bajo su mando, salvaría los muebles a la dinastía de los Habsburgo, en Viena, al llegar justo a tiempo cuando los austríacos estaban ya a punto de rendirse ante los otomanos. Los turcos, bajo el mando de Kara Mustafá, habían entrado en Europa por lo que actualmente es Serbia, montando un sorpresivo asedio a la ciudad de Viena.
Escudo de armas de Jan Sobieski como rey de Polonia

Es más que conocido por este papel en la batalla de Viena o la Batalla de Kahlenberg, donde salvó la Europa Occidental (y se dice la civilización occidental) de la invasión turca.

Aunque ya tenía la edad de 54 años, seguía siendo tan excelente guerrero como cuando joven, habiendo obtenido importantes victorias contra la Suecia expansionista de la época, la que seguía el historial de dominio Báltico de Gustavo Adolfo, la relativa calma con Cristina y la vuelta a la carga más directamente contra la Polonia de Sobieski con el nuevo rey sueco Carlos X Gustavo, Suecia a la que de igual modo plantó cara, lo que pronto hizo también a los turcos. El 12 de septiembre de 1683 las fuerzas lideradas por Juan III Sobieski y entre las que se encontraba él mismo, derrotaron a los turcos. Una sangrienta batalla, de la que unos 2.000 efectivos de Juan murieron, mientras que la batalla para los otomanos fue de más de 10.000 vidas perdidas.

El Rey Jan III Sobieski en Viena.

Los panaderos de Viena, en señal de mofa de la media luna, símbolo del Islam, presentaron a las tropas de Juan los famosos croissants o cachos de hojaldre. Y la leyenda reza que entre Juan y su caballo se comió unas 10 sartenes de ellos.

Cada vez más envejecido y abandonado por sus aliados austríacos, tuvo que ceder a las pretensiones de la Rusia casi imperial de Pedro I por el Tratado de Moscú (1686).

María Kazimiera Sobieska, Reina de Polonia.

Juan III Sobieski como rey de Polonia fue conocido por sus patronatos o protección de la cultura y las artes, su apoyo a los artesanos y por ser un rey bromista y campechano al cual todo mundo tenía acceso. Sus cartas a la idolatrada María Casimira muestran un hombre dotado de gran sentido del humor, destreza poética y estilo propio. Murió el 17 de junio de 1696 en el Palacio de Wilanów. Una repentina apoplejía lo atacó súbitamente tras haber ido a misa, y aunque María Casimira mandó a llamar a un médico y un cura, Juan sólo recobró el conocimiento para despedirse de su mujer y familia, muriendo al atardecer. María Casimira quedó con el título de Duquesa de Jarosław y dedicó se a viajar por Europa para vivir liego por unos años en Roma. Veinte años después de la muerte de su marido, en 1716 María Casimira moriría en Blois, Francia, durante uno de sus frecuentes viajes a su patria natal, fue trasladada a Cracovia donde fue sepultada en la Iglesia del Castillo de Wawel.

Fue enterrada con honores dignos de su rango. Pero según relatos legendarios, poco después en el monasterio de los capuchinos en Cracovia pasó algo extraño: a medianoche un alto hombre de negro apareció y tocó al portón de los capuchinos. Nada dijo y solo dejó un ataúd negro. El ataúd fue llevado adentro y cuando los monjes lo abrieron, vieron los restos de una vieja coronada y con un cetro en la mano. Dentro de la boca de la difunta estaba un medallón con el nombre de María Casimira grabado. De esta forma, Jan y su consorte pudieron juntarse tras la muerte. Fueron sepultados en tumbas conjuntas en el Castillo de Cracovia, y hasta hoy la tumba siempre está cubierta de flores frescas.

Palacio Real en Wilanów, Varsovia, construido entre 1681-1696 por el rey Jan III Sobieski y María Kazimiera.

 
 
   

 

Husaria
Si hay algo más maravilloso que un húsar es un húsar con alas. Los Húsares Alados de Polonia son sin duda unas unidades militares más bellas del mundo. Su vestimenta es simplemente una obra de arte que se vuelve irresistible cuando se mezcla con el heroísmo romántico de una batalla. Y es que la historia de los Húsares Alados es una historia llena de grandes batallas, victorias heroicas y cargas épicas. Suena a historia de ciencia ficción, pero en realidad los Husaria, como también se les conoce, siempre combatieron a la hora de la verdad.

Por definición, un Húsar es una unidad de caballería ligera que se originó en Hungría alrededor del siglo XV a.d. Muchos autores opinan que los Húsares se originaron a partir de bandas de guerreros Serbios que cruzaron hacia Hungría después de la invasión Turca contra Serbia. Sin embargo, para mitad del siglo XVI en Polonia, los Húsares fueron transformados en caballería pesada y se convirtieron en la élite de todo el ejército Polaco-Lituano así como de Europa.

Los Húsares Alados estaban pesadamente armados. Su armamento consistía de una lanza llamada “kopia”, la cual era hueca para reducir su peso y ser más manejable. Estaba hecha de madera, con punta de hierro forjado y tenía una longitud de entre 4.5 y 6.15 metros de largo. Debajo de sus piernas izquierdas, los Húsares Alados llevaban una espada de estocada llamada “koncerz”; esta espada medía unos 1.6 metros de largo y se utilizaba como una lanza, para penetrar la armadura y no para cortar, de hecho, ni siquiera tenía filo en la hoja, solo una punta muy afilada para servir su propósito. Al lado izquierdo llevaban sus famosos sables, conocidos como “szabla husarska”, que eran sus armas de combate cuerpo a cuerpo. Al igual que muchas unidades de élite en la historia, como los Compañeros de Alejandro, los Húsares Alados llegaban a utilizar armas preferidas por sus individuos, así como hachas, martillos y varios tipos de mazos. Añadido a sus armas, los Husaria también llevaban una o dos pistolas o carabinas que disparaban a corta distancia y antes de cargar con el objetivo de desorganizar las líneas frontales enemigas y hacer más devastadora la carga.

Su armadura consistía de un casco de origen Turco llamado Szyszak, el cual tenía una protección para la nariz y la boca en forma de hoja. Esto les daba a los Húsares un aspecto aún más intimidante, pues todo lo que se podía ver eran sus determinados ojos fijos en el objetivo. Como protección principal, contaban con una coraza de metal que les protegía el pecho y el cuello; así mismo, contaban con hombreras y protección para el ante-brazo. Utilizaban armadura para las rodillas, y debajo de sus muslos colocaban cotas de malla acolchonadas para darles comodidad. A pesar de estar sumamente protegidos, la armadura era bastante ligera; en conjunto, toda su armadura pesaba alrededor de unos 15 kg., lo que les permitía a los jinetes alcanzar velocidades bastante altas y hacer más efectiva la carga. Como toque exótico, los Húsares Alados solían llevar una piel de leopardo atada al cuerpo sobre su hombro izquierdo en forma de capa. El objetivo de ésta prenda era la de aterrorizar y confundir a los caballos enemigos, pues éstos le temen a esos animales salvajes a los que no están acostumbrados y captan la presencia de la piel del leopardo gracias a que su olfato es casi tan bueno como el de los perros.

Finalmente, tenemos la joya de la corona: las alas. Los Húsares Alados obtuvieron ese nombre debido a la práctica de utilizar un par de magníficas alas que les daban un aspecto aterrador; no solo los hacían parecer mucho más grandes de lo que en realidad eran, sino que además les daban la apariencia de feroces aves o águilas detrás de su presa. En un inicio, las alas estaban colocadas a los costados de los jinetes pero posteriormente fueron movidas hacia sus espaldas. Las alas estaban hechas sobre un marco de madera y las plumas eran comúnmente de águila o de avestruz.

En las tácticas de batalla, los Húsares Alados se adelantaron casi dos siglos al resto del mundo. La táctica que utilizaban se puede traducir como "ataque transversal". El gran general Ruso Aleksandr V. Suvorov desarrolló esta táctica para su ejército y es usualmente a quien se le da crédito por ella, pero como mencioné antes, los Polacos ya la utilizaban 200 años antes.

El "ataque transversal" se desarrolló como resultado de la necesidad. Durante la época de los piqueros y la pólvora, la caballería solía utilizar la táctica conocida como "caracolle", la cual consistía en cabalgar hacia el enemigo, entrar a rango de disparo, descargar las pistolas o carabinas y retirarse para recargar. Sin embargo, con el desarrollo de las formaciones que combinaban piqueros con mosqueteros, el "caracolle" se volvía inútil pues mientras los piqueros protegían a los mosqueteros de las cargas, éstos disparaban sus rifles y diezmaban a las compañías de caballería.

Como respuesta a esto, los ingeniosos polacos desarrollaron el "ataque transversal", el cual consistía en cargar de frente y a toda velocidad a través de las formaciones de mosqueteros y piqueros. Para lograr esto sin ser masacrados por los piqueros, los Húsares Alados estaban armados con su larga "kopia", esa lanza que les permitía golpear al piquero antes de que él alcanzara al jinete o a su caballo. Como resultado del impacto, los piqueros solían ser lanzados por los aires sobre los rangos traseros de la formación, lo cual aumentaba el desorden y el pánico y hacía más devastadora la carga.
Pintura "Kircholm", Wojciech Kossak (1925).

La imagen es una pintura de la Batalla de Kircholm, peleada el 27 de septiembre de 1605 entre los polaco-lituano y los suecos. Esta batalla es famosa por la decisiva carga de caballería pues ésta rompió con principios fundamentales de la estrategia militar. La pintura representa la carga de los Húsares Alados sobre la formación de piqueros Suecos. Utilizando la táctica de "ataque transversal", los Húsares Alados cargaron de frente y a todo galope contra ese muro de picas, algo que desde tiempo antiguos se ha considerado un ataque suicida. Pero gracias a su excelente táctica, armamento y disciplina, los Húsares Alados lograron penetrar la formación de piqueros y borrarla de la faz de la Tierra; un logro asombroso sin duda alguna.

La imagen que ven aquí arriba pertenece a la Batalla de Viena, que tomó lugar el 11 de septiembre de 1683. Bajo el mando del rey Jan Sobieski III, 3,000 Húsares Alados cargaron a todo galope contra unos 200,000 Turcos Otomanos que estaban sitiando al ejército del Sacro Imperio Romano Germánico dentro de la ciudad de Viena. La carga fue tan poderosa y devastadora que el ejército Otomano fue empujado hasta su bagaje de provisiones, como se ve en la imagen; unos momentos después, los otomanos huyeron. La carga que los Húsares Alados hicieron ese día está considerada como una de las más grandes y épicas de la historia; pusieron en retirada a una fuerza casi 70 veces más grande y salvaron a la Europa Cristiana de la dominación Musulmana.

Los húsares alados tienen algo de ideal, de pureza, por el simbolismo de las alas. "Eran algo muy pintoresco, único. Eran buenos militarmente, pero además entre ellos, todos nobles, había un compañerismo, la bandera, la unidad. Eran el corazón de Polonia. Un arma y una idea. Los ulanos recogieron y exaltaron ese simbolismo de nación". Finalmente, los húsares alados se extinguieron. "La generalización de las armas de fuego acabó con ellos. Pasaron a usarse como tropas de gala, para fiestas y, sobre todo, para funerales".

Aquí un texto bastante famoso que narra detalladamente lo último que miles de Suecos, Cosacos y Turcos vieron:

"Mientras tu ejército está en formación de batalla, escaneas las líneas enemigas a través del campo. Jinetes en capas color carmesí comienzan su avance hacia tí, lento al principio, guardando la fuerza de sus caballos para los últimos momentos de la carga. A medida que el aproximado ejército gana velocidad, tus propios caballos se vuelven inquietos y un extraño silbido rugiente crece en el aire sobre el golpeteo de las herraduras. Tu estómago se contrae y un sudor frío te recorre. Montados en caballos, a 16 o 17 manos de altura, los aproximados jinetes parecen aún más gigantescos cuando ves imponentes alas de plumas de águila arquearse sobre sus cabezas de metal. Sobre los disciplinados rangos de poderosas figuras de hierro, aletean enormes estandartes mostrando imágenes de un águila blanca sobre un campo de sangre rojo y otros mostrando al Arcángel alado, Miguel. Fantásticas capas y ropas de lobo, tigre y pieles de leopardo hondean al rededor de cada soldado mientras continúan su ominoso ataque. Mientras comienzas tu contra-ataque, los caballeros galopantes bajan sus lanzas cubiertas en hojas de oro con fluyentes pendones para el impacto final. Te prometes a tí mismo que si sobrevives este día, nunca olvidarás tu encuentro con los Húsares Alados de Polonia"

 

 

 

 

 

Fecha del evento: Jueves 11.04.2013 Casa Bruzzone Mar del Plata