Siglo XIX

 

María Walewska (1937) Dir. Clarence Brown, Gustav Machatý  
  Hablada en español  
Sinopsis: Melodrama histórico que narra la historia de amor entre la aristócrata polaca, Maria Walewska (Greta Garbo) y Napoleón Bonaparte (Charles Boyer). Fue María Walewska quien enamoró a Napoleón a cambio de una Polonia libre.

Napoleón Bonaparte subordinó casi enteramente su vida a las necesidades y ambiciones de su carrera militar y política, a punto tal que sus experiencias matrimoniales fueron condicionadas por razones de Estado. Eso no impidió que durante una de sus campañas conociera a María Walewska, noble polaca que lo amó sinceramente y lo acompañó aun en sus horas de infortunio.

Maria Walewska es una condesa polaca que conquista el corazón del emperador Napoleón por conveniencia política. Polonia pasaba una dura crisis económica y sólo Napoleón podía conseguir la libertad del país. Se convierte así en la amante del emperador y es abandonada por su marido. Poco después María queda embarazada.

En 1793 las dos terceras partes del territorio polaco fueron invadidos. El este por parte de Rusia y el centro del país quedó en manos de Prusia. Dos años más tarde la tercera parte que quedaba ocupa por Austria, con lo cual Polonia queda prácticamente desaparecida del mapa de Europa. Stanisław Poniatowski, el rey electo del país abdicó el trono: ya no quedaba nada.

Los polacos admiraban a Francia, de hecho en los salones de la alta sociedad, no se hablaba en polaco, sino en francés.

Así está el panorama cuando nace María en un pueblecito llamado Brodne, un 7 de diciembre de 1786. Su padre era un noble empobrecido, Mateusz Łączyński , el cual muere en 1794 luchando contra los rusos en la batalla de Maciejowice, en un intento de los polacos de recuperar su país, (Rusia siempre ha sido el gran azote de Polonia).

María una niña rubia, espigada y de ojos inmensamente azules queda huérfana, su madre se queda sola con siete hijos, llena de deudas y un palacio que se le cae a pedazos.

La muerte de su padre profundamente patriota hace mella en ella, que se muestra siempre polaca a ultranza y fervientemente católica.

Curiosamente tiene como profesor particular a Nicolás Chopín, el padre de Federico Chopín. Nicolás era francés y había tenido que exiliarse, es por eso que le inculca admiración por la cultura de su país y de Polonia.

Tráiler María Walewska (Conquest) de 1937.

La joven María Łączyńska, después Walewska (autor desconocido, fuente Wikipedia). Su madre decide mandarla a un convento de monjas en Varsovia a completar su educación. Allí le hablan del amo de Europa. Es cuando empieza a admirar a Napoleón. Como las arcas familiares estaban más que vacías, su madre planea casarla con un hombre rico, ya que era muy bella, había que ayudar a la economía de la casa.

Así es como un 17 de junio de 1804 se casa con el conde Anastazy Colonna Walewski, 52 años mayor que ella y dos veces viudo. Un hombre inmensamente rico con un hijo, Antoni Bazyli Rudolf Walewski.

María vive cómodamente, siempre vigilada por su cuñada de muy avanzada edad, asiste con su marido a todas las fiestas y eventos, además ha solucionado un problema, ya que el conde Walewski amortiza las deudas de la familia de su mujer y restaura el hogar materno. Como es muy católica se resigna a su destino.

Napoleón no estaba muy convencido de poder vencer a Rusia con la ayuda de Polonia, aunque la Caballería Polaca era la mejor del mundo, además ya habían luchado con él en España concretamente en Somosierra donde jugaron un papel muy importante para la conquista de Madrid en la invasión francesa.

En 1806 el ejército francés entra en Polonia para liberar a este país de la ocupación prusiana y luego seguir con su marcha conquistando a Rusia. Sería precisamente durante esta operación militar, cuando María conocería a Napoleón, concretamente en la Nochevieja de aquel 1806. El pueblo polaco se agolpa en las calles para saludar al Emperador francés que pasea por las calles de Varsovia. María, emocionada, se acerca y pide ser presentada al libertador de Polonia, al hombre que pretendía derrotar a los enemigos de la nación polaca. Según el relato de los hechos, María le expresó su admiración más profunda. Napoleón, por su parte, se quitó el sombrero y la observó detenidamente. Acto seguido le ofreció un ramo de flores y le dijo: “Gracias por sus palabras, señora. Espero que podamos coincidir en el futuro en Varsovia”.

El siguiente encuentro seria casi inmediato. Napoleón había quedado completamente embelesado con las facciones perfectas de la joven polaca y pidió a sus colaboradores que la buscaran. Al localizar, fue invitada a una fiesta privada del Emperador, pero María rechazó la convocatoria, aludiendo su estado marital. Napoleón no cejó en el empeño y poco menos que obligó al conde Colonna-Walewski a llevar a su esposa al baile en cuestión. En éste, María se muestra fría con el estadista galo, que termina la velada con un profundo sentido de frustración.

En los días siguientes, María recibe decenas de misivas de Napoleón. En ese entonces es fuertemente instada por sus amigos patriotas para que se convierta en la amante de Napoleón, lo cual no está dispuesta a hacer en un principio. No obstante, accede a la larga, esperando poder influenciar al Emperador para que trate a Polonia con justicia, y de ser posible, la favorezca en su lucha por la independencia.

Finalmente accede encontrarse a solas con él, pero la cita termina en desastre. Napoleón no soporta la renuencia de María y acaba sufriendo un ataque de ira. María, aterrada, se desmaya y cuando despierta, se descubre en la cama de Napoleón. Éste se disculpa de rodillas por su comportamiento, besándole la orla del vestido. Le hace infinidad de promesas. María se recluye en su casa, a la espera de que Napoleón cumpliera lo prometido para Polonia. Una de las promesas era permitir que la causa polaca se desarrolle sin ninguna invasión. Desde ese momento María comienza a apreciar las atenciones del francés. Era el comienzo de su historia de amor. Sin embargo, el idílico romance en tierras polacas se vio interrumpido cuando la mujer de Napoleón, la emperatriz Josefina (1763-1814), es informada del affaire de su marido. Inmediatamente le envía una carta en la que le propone reunirse con él en Varsovia. Napoleón se niega, aduciendo que el clima en la capital polaca es demasiado frío para ella. Al mismo tiempo, suceden las noches de amor con María. Ella contaba entonces con 20 años y él con 37.

María, ya profundamente enamorada del Emperador francés, queda embarazada. Napoleón decide llevar a su amante a París, donde la gestación será vigilada por los mejores galenos. María vive con su hermano en el centro de París y ve a Napoleón de cuando en cuando. Desafortunadamente sufre un aborto natural. Con el objeto de superar la tristeza del aborto, María acompaña a Napoleón en su campaña en Austria. Será en Viena donde la pareja viva los últimos estertores de su apasionado romance.

María vuelve a quedar embarazada, pero Napoleón ha perdido el entusiasmo por la relación. Su obsesión por tener un descendiente varón legítimo le lleva a buscar a una nueva esposa, descartando a Josefina.

En Rusia corría el rumor de la Zarina, que utilizando todos los trucos posibles para evitar el casamiento con Josefina, andaba diciendo por todos lados que Napoleón era impotente. El entorno de Bonaparte, muy fomentado por su hermana, le empieza a decir que se case con María Luisa, princesa de Austria. Napoleón aun esperaba que la hermana menor de Alejandro se casara con él. Pasados los meses, el emperador decide que era muy conveniente tener a la austríaca en la gatera por cualquier cosa y le pide nada menos a Josefina, que la vaya ablandando a María Luisa, ya que a él no le iba a dar importancia directamente por la enemistad que había entre los dos pueblos.

El portarretrato de condesa María Walewska.
Greta Garbo como María Walewska en la película de 1937. Napoleón decide que le pone todas las fichas a la rusa y que a cambio del matrimonio le daría a Rusia varios territorios, entre ellos Polonia, que los iban a poder invadir a gusto y él ni se iba a meter. Esto es comunicado por la cancillería francesa a Rusia y de Rusia se filtra a la cancillería polaca y de ahí a Waleska que lloró, desconsolada, la noticia. Un día llega María Waleska a París. Lo encara a Napoleón, previa cita, que el emperador no quería aceptar y por cortesía dijo que sí y le dice: (puede ser no textual)

- Mirá Bonaparte, me vine desde Polonia, mi patria, que la llevo tatuada hasta en los huesos, para decirte que así como me ves, no es que haya engordado, si no que estoy esperando un hijo tuyo y va a ser varón.

Napoleón festejó la noticia con emoción y le dijo a María que él niño sería nombrado duque de Polonia y mientras seguía hablando con alegría, Waleska lo cortó en seco y le dijo: (también puede ser no textual)

- Napoleón, ya me he enterado que has planeado casarte con la hermana de Alejandro y que a cambio de esa boda, entregarás la República de Polonia a los rusos que son villanos y traidores y has roto la promesa que me hiciste de permitir que la causa polaca se desarrolle sin ninguna invasión.

Ahí nomás Bonaparte bajó la cabeza consternada, se quedó en silencio durante veinte minutos y solo Dios sabe que habrá pensado, en el futuro, en el pasado, el las promesas, en su ex mujer, en que la Zarina y el Zar lo tenían repodrido con sus chismes, y agarró y le dijo a María:

- Voy a cumplir con la promesa que te hice. Me casaré con María Luisa.

A esto quería llegar Napoleón.

Finalmente en 1810 se casó con la archiduquesa austriaca María Luisa (1791-1847). Cuando María conoce el anuncio de matrimonio se sume en la más profunda de las tristezas. Su hijo, Alejandro José (1810-1868), nace el 4 de mayo de 1810, llevando el apellido Walewski. Napoleón, arrepentido de haber dejado en la estacada a su amante, convierte a su hijo en Conde y pide a María que lo deje ver. El Emperador comunica a María que su hijo cobrara de por vida una pensión de diez mil francos mensuales, una cantidad imponente para la época.

María Walewska regresa con Alejandro José a Varsovia. Allí cría a su hijo y se convierte en una de las grandes atracciones de la sociedad varsoviana, al ser conocida como “la mujer polaca de Napoleón”. María nunca olvida a su amante. Cuando éste es enviado al exilio en Elba, María y su hijo lo visitan. Pese al afecto que se profesan, Napoleón, desesperado por su situación personal, apenas presta atención ya a María, quien termina resignándose a la idea de que su historia de amor había llegado a su fin.

Cuando Napoleón muere un 5 de mayo de 1821, solo y abandonado en la isla de Santa Elena en su destierro, llevaba una sortija que le había regalado María con un rizo de ella, donde decía: “Cuando dejes de amarme, recuerda que yo te seguiré amando“.

Tras el fallecimiento del conde Colonna-Walewski, María decide rehacer su vida y se casa con Felipe d’Ornano (1784-1863). Pese a que mantiene con él una excelente relación, María no olvida al gran amor de su vida, Napoleón. Maria Walewska muere en 11 de diciembre de 1817, a la edad de veintiocho años, poco después del parto de su hijo Rodolfo Augusto. El corazón de María Walewska está situado en la tumba de la familia Ornano, junto a las cenizas de su difunto esposo en 1863, en el cementerio de Père Lachaise en París, y el cuerpo fue trasladado en 1818 a Kiernozia (Łódź, Polonia), donde el 27 de septiembre fue sepultado en la iglesia parroquial del lugar.

El Emperador obsequia un ramo de flores la condesa Walewska. Ilustración de Francis Marshall (1901-1980).

Los restos de la Condesa María Walewska descansan en la iglesia parroquial de Kiernozia, Polonia.

El Conde Alejandro Walewski (1810-1868) Tras la muerte de la condesa, su hijo, el conde Alejandro Walewski, lleva a cabo estudios sólidos guiado por su hermano mayor y maestro, oficial del ejército francés. Más tarde, se alía con los orleanistas, se integra a la Legión Extranjera y sirve en África del Norte. Es en esa época que se le otorga la ciudadanía francesa...

A su regreso a Francia, se hace amigo y colega de Adolfo Thiers. Es nombrado ministro en Copenhague justo antes del golpe de estado de Luís Napoleón, el futuro emperador Napoleón III. No obstante, incluso antes de entrar en funciones, el nuevo gobierno nombra al conde Walewski ministro en Londres, donde trabaja en pos del entendimiento diplomático entre ambos gobiernos. Esta relación llevará a la visita de Luís Napoleón a Inglaterra, y a la de la reina Victoria a Francia.

En Inglaterra, el conde Walewski se casa con María Catalina Carolina Montague, cuyo padre es el sexto duque de Sandwich. La nueva condesa Walewski muere al dar a luz...

Durante una asignación diplomática en calidad de embajador en Italia, el conde Walewski se casa con una italiana, María-Ana de Ricci, cuya familia está ligada al Príncipe Poniatowski. Tienen un hijo, futuro teniente coronel del ejército francés, que morirá durante la Primera Guerra Mundial, sin dejar descendencia.

Fotograma de la película "María Walewska". El pequeño conde Alejandro Walewski en el medio con sus padres, María Walewska (Greta Garbo) y Napoleón Bonaparte (Charles Boyer). Durante este matrimonio hay una huella argentina de la unión Napoleón-Walewska. El conde Alejandro Walewski, llega a la Argentina en el invierno de 1847. El viaje en barco fue largo y difícil. No menos que su misión: negociar con el brigadier general Juan Manuel de Rosas el fin del bloqueo francés al puerto de Buenos Aires. Como la misión se adivinaba larga y trabajosa, el conde viajó con su esposa embarazada. A la semana de llegar, la mujer dio a luz. Llamaron a la niña Isabel Elvira, quien nació con serios problemas de salud. Los médicos le brindaron mil cuidados por indicación del propio Rosas, velaron noche y día junto a ella, pero no pudieron salvarla. La beba - hija del enviado francés y nieta de Napoleón - murió a los seis días. La enterraron en el cementerio de la Recoleta, según consta en los registros que aún permanecen intactos en los archivos de la dirección, pero nadie puede responder a la pregunta: ¿dónde fueron sepultados?

Entre esos matrimonios, el conde Walewski lleva una larga relación con la gran actriz Elizabeth Félix, inmortalizada como Madamisela Rachel. La pareja tiene un hijo que nace en Marly-le-Roi en 1844 (morirá en 1898). La descendencia actual de los distinguidos condes Walewski proviene de esta línea.

El conde Alejandro Walewski fue muy activo en la política francesa. Además de los cargos citados anteriormente, fungió como senador y, tras la muerte del duque de Morny, fue nombrado presidente de la Asamblea. Asimismo, fue miembro de la Academia de Bellas Artes. Murió de un ataque cardiaco en Estrasburgo, en 1868.

 

LA CAÍDA Y LUCHA POR LA INDEPENDENCIA
LA CAUSA POLACA

Durante los siglos XVII y XVIII la posición política, económica y militar de Polonia se deterioró. Las sucesivas y desastrosas guerras con Suecia, Rusia, cosacos ucranianos, Brandeburgo y turcos otomanos implicaron la pérdida de importantes territorios y la devastación de la mayor parte de Polonia. En 1683 Juan III Sobieski derrotó a un gran ejército turco a las puertas de Viena, pero su victoria no paró el declive polaco. A comienzos del siglo XVIII el Imperio Ruso abrió una ofensiva sistemática contra Polonia, aprovechando su declive y la corrupción generalizada entre la nobleza polaca. Gracias al apoyo de una facción del Senado y a la intervención armada rusa, Federico Augusto II, elector de Sajonia, se hizo con el trono de Polonia en 1733 con el nombre de Augusto II. Estos hechos produjeron el conflicto conocido en la historia como la guerra de Sucesión polaca (1733-1735). Aunque las distintas tendencias de la nobleza polaca se unieron para intentar garantizar la integridad nacional, Polonia fue incapaz de resistir el violento ataque ruso. En 1764 las tropas rusas entraron en Polonia y forzaron la entronización de Estanislao II Augusto Poniatowski, un amante de Catalina II la Grande, emperatriz de Rusia.

El expansionismo ruso hacia el Báltico causó una alarma profunda entre las potencias europeas. El Imperio otomano declaró la guerra a Rusia, Prusia y Austria, temerosas de un conflicto general europeo remitieron una propuesta al gobierno ruso para la partición de Polonia.

El gobierno aceptó el acuerdo y en 1772 se concluyó el tratado de partición en San Petersburgo. Según los términos de este documento las potencias firmantes adquirieron una cuarta parte de la superficie total de Polonia: Prusia ocupó la zona comprendida entre Pomerania y Prusia Oriental, Austria ocupa Galitzia, tanto la oriental como la occidental, y Rusia toma la Livonia interior y varias regiones septentrionales y orientales de la actual Bielorrusia.

También acordaron establecer garantías para evitar un posible resurgimiento polaco, mientras se afirmaba la influencia rusa en el gobierno. Al país se le denominó oficialmente Estado Polaco.

A pesar de las restricciones territoriales y la jurídica de soberanía nacional, Polonia progresó en varios aspectos de política interior durante la década siguiente a la partición: se secularizó y se modernizó por completo el sistema de educación nacional y se llevó a cabo un programa de radicales reformas gubernamentales, instigadas desde Prusia, que culminó con la elaboración de una Constitución que proclamaba a Polonia como una monarquía hereditaria y fortalecía y liberalizaba el gobierno; fue aprobada en mayo de 1791, ante la violenta oposición de una facción de la nobleza terrateniente que contaba con el apoyo de Rusia.

Estanislao II Augusto Poniatowski, el último rey de Polonia. Pintura Marcello Bacciarelli del 1768.
Tierras polacas después de la Tercera Partición. Hacer clic para agrandar. Poco después los dirigentes de la nobleza descontenta y Catalina II alcanzaron un acuerdo secreto que estipulaba la restauración del viejo orden y que se concentró en la Confederación de Targowica (1792). Apoyados por las tropas rusas los conspiradores se enfrentaron al ejército polaco conducido por el príncipe Jozef Poniatowski; después de tres meses el gobierno, abandonado por Prusia, pronto capituló. Los rusos ocuparon todo el este del país y a comienzos de 1793 los prusianos ocuparon la parte occidental del mismo. Los austriacos, en guerra con Francia, no participaron en este segundo reparto que redujo la superficie de Polonia en dos tercios, y que fue sancionado formalmente por el Tratado de Grodno y ratificado en septiembre de 1793. Prusia ocupó la Gran Polonia (Posnania, Łódź y Częstochowa) y Rusia hizo lo propio con Bielorrusia central, Polesia, Volinia oriental y Paddia.

En 1794 los polacos emprendieron una guerra revolucionaria para recuperar sus territorios perdidos. Bajo la dirección de Tadeusz Kosciuszko, que luchó en la guerra de la Independencia estadounidense y que asumió poderes dictatoriales, los polacos obtuvieron una serie de victorias sobre los rusos. En el verano de 1794 se habían liberado grandes secciones del territorio de Polonia ocupado por los rusos que sufrieron una derrota humillante en Varsovia. Sin embargo las divergencias entre los polacos, la aplastante superioridad numérica de los rusos y la intervención prusiana y austriaca, hicieron imposible la causa polaca. En octubre de 1794 los rusos obtuvieron una victoria decisiva en Maciejowice; en noviembre, dirigidos por el mariscal de campo Alexandr Vasílievich Suvórov entraron en Varsovia, capitulando los restos del ejército a las pocas semanas.

En octubre de 1795 se produjo la tercera partición de Polonia: Austria ocupó Lublin y Cracovia, Prusia se anexionó Varsovia, Mazovia y Podlasie, mientras que Rusia se hizo con Lituania, Bielorrusia occidental, Volinia occidental y Curlandia. En noviembre de 1795 abdicó Estanislao II Augusto y un nuevo acuerdo entre las tres potencias en 1797 proclamó el fin de Polonia.

La población polaca quedó bajo dominio extranjero durante 123 años después de la tercera partición. Durante las Guerras Napoleónicas, Napoleón Bonaparte, que prometió restablecer Polonia, obtuvo ayuda sustancial de los polacos, miles de los cuales sirvieron en sus ejércitos.

Si hubo una nación decididamente fiel a la causa napoleónica, esta fue, sin duda, la polaca. Desde 1795, fecha de la Tercera Partición de Polonia, los polacos ingresarán con entusiasmo en las filas de los ejércitos franceses con la esperanza de recobrar su independencia nacional, primero en forma de legiones para más tarde pasar a formar una de las unidades más selectas de la Guardia Imperial y, desde 1807, aportar uno de los contingentes más fiables de la Grande Armée, el Ejército del Gran Ducado de Varsovia. Diversas unidades polacas combatirán en todos los teatros de operaciones imaginables, desde España hasta Rusia, pasando por Europa Central, Italia e incluso Haití, y protagonizarán algunas de las gestas más heroicas de las guerras napoleónicas, grabadas a fuego en los anales de la historia militar.

En 1807, por el Tratado de Tilsit, se creó el Gran Ducado de Varsovia, que constaba originalmente del territorio tomado por Prusia en 1793 y 1795; dos años después Napoleón forzó a Austria a ceder Galitzia occidental al Gran Ducado. Aparte de conceder al Estado una Constitución liberal, Napoleón hizo poco más por los polacos, a pesar del apoyo que le prestaron en la campaña que realizó en 1812 contra Rusia.

En 1815 el Congreso de Viena, donde se diseñó el nuevo mapa de Europa después de la caída de Napoleón, aprobó la creación del Reino de Polonia, con el zar ruso como rey y la proclamación de Cracovia como ciudad libre, mientras que se repartió el resto de Polonia entre Rusia, Austria y Prusia.

Gran Ducado de Varsovia (1807-1815). Hacer clic para agrandar.
Reino de Polonia (1830-1831), Hacer clic para agrandar. En 1815 el zar ruso Alejandro I Pavlovich otorgó al nuevo reino una Constitución liberal, pero los nacionalistas polacos iniciaron pronto un poderoso movimiento en demanda de la independencia nacional que culminó en noviembre de 1830 con el estallido de una insurrección armada que, en enero de 1831, proclamó la independencia de Polonia. En la posterior guerra, los polacos llevaron la iniciativa durante varios meses; sin embargo, el 26 de mayo de 1831 los rusos obtuvieron una victoria importante en Ostroléka y el 8 de septiembre tomaron Varsovia.

El resultado de la revuelta fue la abolición de la Constitución y la disolución de la cámara legislativa y el ejército polaco. Se produjo además un auténtico expolio cultural del país y se tomaron varias medidas para rusificar las instituciones y administraciones públicas.

En 1846, 1848, 1861 y, en especial, en 1863, tuvieron lugar en varias partes de Polonia otras insurrecciones nacionalistas. Después de la insurrección de 1863 se intensificó la rusificación de las posesiones polacas, se introdujo la lengua rusa en las escuelas, se restringió el uso de la lengua polaca y la Iglesia católica vio confiscados sus bienes y se disolvieron las asociaciones religiosas, culturales, políticas y económicas. Todas las partes de Polonia bajo dominio ruso se transformaron en meras provincias del Imperio Ruso, perdiendo casi todos los vestigios de su anterior autonomía. Las zonas polacas en poder de Prusia también se sometieron a una política de germanización, aunque no tan severa como en la zona rusa; los polacos bajo dominio austriaco no fueron tratados de forma tan severa y participaron en la vida política con sus propios dirigentes y organizaciones.

 

 

 

 

 

Fecha del evento: Domingo 7.06.2015 Casa Bruzzone Mar del Plata